EL ESPÍRITU DEL SURF EN CANTABRIA

La localidad cántabra lanza un programa financiado con fondos europeos para educar a residentes y turistas sobre la importancia de cuidar el entorno natural.

Cantabria no solo es mar, es movimiento. Y ese movimiento, que en la costa se transforma en espuma, viento y fuerza, es también una forma de vida para quienes abrazan el surf como un acto cotidiano de libertad. Desde las aguas verdes y bravías de Liencres hasta las rompientes técnicas de Somo, la comunidad surfera cántabra ha crecido, evolucionado y resistido con una autenticidad que pocas regiones pueden reclamar.

De generación en generación

El surf llegó a Cantabria en los años setenta, con tablas importadas de California y Australia, pero pronto dejó de ser un hobby importado para convertirse en parte del tejido cultural de la región. Familias enteras, de abuelos a nietos, comparten hoy la pasión por este deporte, que ha evolucionado de ser marginal a ser un motor de identidad costera.

“Coger una ola en el Sardinero es como escuchar un riff de guitarra en un local de rock viejo: imperfecto, pero con alma”, dice Javi, un surfista local con más de veinte años de experiencia en la cresta de las olas. No se refiere solo al movimiento del mar, sino a lo que ocurre fuera del agua: las charlas al sol, las reparaciones de tablas en talleres improvisados, los saludos en la carretera al ver un neopreno colgado en el retrovisor.

Más que un deporte

El surf cántabro no es un espectáculo para turistas, aunque cada vez más visitantes se dejen seducir por su magnetismo. Es, ante todo, una forma de resistencia. Una forma de decir «aquí estamos» frente a la masificación, el urbanismo acelerado y la pérdida de contacto con la naturaleza. Las escuelas de surf proliferan, sí, pero también lo hacen las iniciativas comunitarias para proteger las playas y los ecosistemas costeros.

Las marejadas invernales no son para cualquiera, pero es precisamente ahí, entre la lluvia horizontal y el viento del norte, donde el alma del surf cántabro se revela: cruda, pura, sin filtros de Instagram ni florituras comerciales.

Lo que viene

Hoy, Cantabria sigue siendo un destino clave del surf europeo. Pero más allá de las competiciones y los rankings, lo que mantiene viva esta escena es la comunidad. El saludo en el agua, la paciencia en el pico, la camaradería en el frío. Y aunque el futuro del surf, como el del planeta, exige más sostenibilidad, conciencia y respeto, aquí se sigue soñando con la siguiente ola. No por gloria, sino porque el mar —como la vida— no espera a nadie.