DONDE RUGEN LAS ALMAS, SUBIDA INTERNACIONAL EL FITO


Adriana Vigil Lastra


Un piloto cántabro en la cumbre del automovilismo de montaña

En las primeras horas del sábado 17 de mayo, Arriondas despertaba bajo un manto de niebla que se filtraba entre las montañas asturianas, pintando el paisaje con tonos grises y verdes intensos. El aire frío y húmedo impregnaba la atmósfera mientras los motores comenzaban a rugir a lo lejos, anunciando que un nuevo episodio del automovilismo de montaña estaba a punto de escribirse.

Desde bien temprano, cientos de aficionados caminaban por los arcenes de la AS-260 en busca del mejor sitio. Algunos cargaban sillas plegables al hombro, otros termos de café, bocatas de tortilla o las primeras cervezas del día. El ambiente era animado, casi festivo: grupos de amigos charlaban sobre coches, pilotos o récords pasados; sonaban altavoces con música de Melendi; se compartían anécdotas y predicciones mientras el humo del desayuno se mezclaba con el de las primeras arrancadas.

La carretera que une el valle con la cima del Fito se transformaba una vez más en el escenario de la emblemática Subida Internacional al Fito, una prueba que combina técnica, velocidad y pasión. Un desafío donde no solo se corre contra el crono, sino también contra la gravedad, la trazada imposible y el miedo.

Entre los protagonistas de esta edición destacaba Mario Asenjo, un piloto cántabro de 28 años que encarna la calma en medio de la presión. Para él, los días previos a una competición no son una tormenta de nervios, sino una extensión tranquila de su rutina. «Vivo esos días como cualquier otro, sin agobios ni ansiedad», comenta mientras ajusta su coche con la concentración de quien sabe que cada detalle puede marcar la diferencia. Sin aferrarse a rituales ni supersticiones, Mario afronta cada jornada con naturalidad: desayuna lo que le apetece y deja la música de lado para centrarse en lo esencial.

La Subida al Fito no es una carrera más para Mario; es un desafío técnico que respeta profundamente, una lucha contra la montaña donde cada curva exige lo mejor del piloto. Pero más allá del trazado, lo que realmente le emociona es la pasión del público. La energía de la gente que madruga para animarle, aunque no lo conozcan personalmente, le otorga un impulso único. «Para mí, esta subida es la hostia. Es muy técnica y me encanta. Además, ver a tanta gente animando es algo que se siente y te da un plus», confiesa con entusiasmo.

Tramo 1

El momento después de cruzar la meta también es especial para él. La multitud que llena la recta final, la expectación en el ambiente y los rostros emocionados se convierten en recuerdos imborrables. «Cuando terminamos y bajamos con los coches, ver la cantidad de gente en la recta es espectacular», relata con una sonrisa que refleja el orgullo y la alegría de competir.

Aunque Mario tiene una relación cercana con su vehículo, la aborda desde una perspectiva práctica. Para él, el coche no es un compañero, sino una máquina que merece cuidado y respeto. Este enfoque pragmático lo lleva a revisar cada detalle personalmente o a confiar en alguien de su equipo para asegurarse de que todo está en perfecto estado antes de salir a pista. «Antes de subirme, siempre tengo ese miedo de que algo pueda romperse, por eso me gusta revisarlo todo», explica.

El momento justo antes de lanzarse está lleno de concentración y determinación. «Lo primero que pienso es: vamos a acelerar, no levantes el pie del acelerador», afirma con firmeza, dejando claro que no hay lugar para dudas en ese instante.

Cuando mira hacia atrás y reflexiona sobre sus inicios, Mario se siente afortunado y consciente de lo valioso de su recorrido. Su consejo para los que empiezan es sencillo pero profundo: aprovechar cada momento. «Si pudiera decirle algo al Mario que empezó, sería que disfrute cada instante porque es muy bonito», reflexiona.

Y si mañana tuviera que dejarlo todo, lo haría con la satisfacción de haber vivido su pasión al máximo. «Este deporte me apasiona, me vuelve loco, y no me arrepentiría de nada», concluye con convicción.

El domingo 18 de mayo marcó el desenlace de la 53.ª edición de la Subida Internacional al Fito. Las condiciones climáticas fueron estables durante toda la jornada, lo que permitió que las últimas mangas se disputaran con normalidad, en un ambiente cargado de emoción y expectación.

Joseba Iraola, al volante de su Nova NP01, se alzó con la victoria absoluta, firmando un fin de semana impecable. Dominó tanto en la Categoría II del Campeonato de Europa de Montaña (EHCC) como en la general del Campeonato de España de Montaña (CEM), consolidando su candidatura al título continental. Su combinación de potencia, técnica y precisión lo mantuvo imbatible desde los entrenamientos hasta la última manga.

Por su parte, Mario Asenjo firmó una actuación sólida a bordo de su Nova NP03. Con tiempos de 2:47.897, 2:43.739 y 2:44.734 en las tres mangas de carrera, acumuló un crono total de 5:28.473, lo que lo situó en la sexta posición absoluta, a 26.167 segundos del vencedor. Aunque no subió al podio, su regularidad y progresión lo siguen posicionando como una de las figuras emergentes del automovilismo de montaña en España.

Cuando los motores se apagan en Arriondas y la niebla vuelve a envolver las montañas, queda algo más que tiempos y clasificaciones. Queda el eco de los motores, el olor a gasolina y café, los aplausos espontáneos en cada curva, y esa conexión única entre pilotos y aficionados que transforma la Subida al Fito en algo más que una carrera. Es una fiesta de montaña, de pasión mecánica y humana, donde cada año se escriben nuevas historias. Y mientras los coches bajan de la cima y el público se dispersa, ya se empieza a pensar en la siguiente edición. Porque quien viene al Fito una vez, siempre quiere volver.