Adriana Vigil Lastra
Ramón Soto no comenzó fundando un club social. Comenzó escuchando.
Durante años trabajó como psicólogo con niños y adolescentes. Algo no encajaba: muchos jóvenes acudían a consulta con sensaciones de tristeza, ansiedad o desconexión. Lo significativo es que sus padres tampoco estaban bien. Familias completas coexistiendo bajo un mismo techo, pero sin verdadera comunicación ni vínculo emocional.
«Me di cuenta de que había algo más profundo: la soledad no solo afectaba a quienes vivían solos. Había adultos con familia, amigos, pareja… que se sentían completamente solos» explica Soto.
Así nació Vivéntate. Primero como un programa formativo basado en neurociencia, destinado a divulgar conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro y su relación con las emociones. “Cuando comprendes cómo funciona tu mente, también empiezas a entender por qué sientes lo que sientes”, sostiene. A través de charlas accesibles, Soto desglosa conceptos como la ansiedad, la depresión o el impacto emocional de los pensamientos. No los presenta como etiquetas clínicas, sino como procesos humanos universales. Esta diferenciación es clave: al tratar estos estados emocionales como parte de la experiencia común, se fomenta una mirada comprensiva y no estigmatizante.
Sin embargo, el conocimiento no era suficiente. Comprender lo que te ocurre no implica necesariamente dejar de sentirse solo.
DE LA TEORÍA A LA ACCIÓN
Soto contactó con el Ayuntamiento de Santander. No solicitó financiación, pero sí espacios donde reunirse. Le concedieron acceso a los centros cívicos de la ciudad, y allí comenzaron a celebrarse charlas gratuitas y encuentros abiertos al público. Así nació el club social Vivéntate, con una propuesta sencilla: aprender juntos, convivir después. El formato está cuidadosamente pensado: tras cada charla divulgativa sobre salud mental o gestión emocional, se ofrece un espacio informal para tomar un café, un vino o simplemente charlar. “Lo hago así porque mucha gente no sabe cómo empezar una conversación. Pero si yo estoy ahí, se sienten acompañados, se sueltan, hablan… y empiezan a relacionarse”, relata Soto.
En el último encuentro participaron cerca de 300 personas, con edades comprendidas entre los 30 y los 75 años. Aunque el programa está dirigido principalmente a adultos, ya se está diseñando una versión adaptada para adolescentes. “La soledad no tiene edad. Pero necesita respuestas distintas según a quién afecte”, afirma.
CONECTAR, NO SOLO COINCIDIR
Vivéntate no se limita a charlas y cafés. Desde mayo de 2024, el proyecto ha ampliado su alcance con talleres sobre expresión emocional, gestión de expectativas y salidas culturales. Todas las actividades comparten un mismo objetivo: practicar lo aprendido, abrirse a nuevas personas y romper el hielo. Soto lo tiene claro: el verdadero problema no es la falta de gente, sino la falta de conexión significativa. “Santander es una ciudad complicada para socializar. Le decía a la gente: ‘ve al gimnasio, asiste a un espectáculo’, pero no sabían cómo hablar con otros. Vivéntate es una excusa para volver a encontrarnos. Con los demás, pero también con uno mismo.”
El programa no tiene ánimo de lucro. Nadie cobra, nadie paga. Solo hay ganas de compartir. Porque, a veces, el primer paso para dejar de sentirse solo es que alguien te tienda la mano.